Dentro
del repertorio de grandes volúmenes subterráneos que estoy fotografiando los
últimos años, la Sala de los Espejos ocupaba un lugar especial. El sistema del
Hayal de Ponata guardaba aquí su excelencia, a muchos kilómetros de las
entradas que se conocían hasta ahora hasta que se ha conectado el nuevo acceso
por la Rebollar II. Por fin este sábado he podido cumplir ese objetivo, y
cumplió con creces las expectativas. Un vasto espacio subterráneo que guarda toda
la fuerza interior de Sálvada: líneas de fracturas, cortes angulosos en las
bovedas, espejos de falla, juntas de estratos, la enorme rampa de bloques, la
cascada que surge en las alturas de un lateral... todo a gran escala, a un
volumen que parece más propio de cavidades de alta montaña. Es la estética
angular, del trazo recto. Aquí no hay lugar para las curvas, hasta la cascada
cae en vertical rigurosa. Parece que todo se ha dispuesto en la misma línea de
belleza recia, sin concesiones, sin formaciones.
La
imagen está tomada desde la parte superior de la rampa, donde se visualiza
perfectamente ese enorme espejo de falla y la cascada más abajo. Así también se
ha evitado la fuerte condensación que había más abajo. Hemos intentado alcanzar
desde aquí la máxima visual hacia el fondo de la galería colocando tres
espeleólogos escalonados (Carlos Puch, Oier Gorosabel y Martín Ibarrola),
haciendo visibles los sucesivos arcos de bóveda. Esta posición escalonada
además facilitó la “cadena de comuncación”, ya que la sonoridad de la cascada
hacía difícil entenderse. El último espeleólogo situado sobre la bloquera del
fondo aporta la profundidad que merece la toma.
Aparte
de los espeleólogos que hemos mencionado posando e iluminando, han intervenido
también en las cercanías de la cámara Idoia Basterretxea, Josu y Unai Zeberio.
Todos lo han hecho posible.
Y
también, cómo no, los anfitriones y guías que nos llevaron hasta allí: Alberto
Alonso y el Grupo Espéleo Takomano. Y como siempre, Gotzon. A todos ellos mi
agradecimiento.
Josu Granja