2020/03/15
Entsegu hidrografikuak + Pepetxo
200314: Gotzon, Antua, Petrus, Oier.
Lamiñen Sisteman (Amoroto), GGUN entseguak egitten; injekziñua puntu bittan eginda, gaillua neurketan laga dogu eta kantidadiak, denporak, kurbak eta beste emaitzak jasoko doguz trazado frogen prozeduria fintze aldera.
Bittartian, Atxurra-Atxamonte aldian prospektatzeko aprobetxau dogu. Kastillo Errekan sorpresia hartu dogu, haitzuluan sarreria 3000 bat kgtako harri bloke batek zarratuta aurkitzian; gaiñetik pasatzeko aukeria dago, harrixan atzetik sartuta, baiña ezegonkor egongo da seguraski; hurrengo euri denporetan gertatzen dana ikusi bihar.
Gero, Atxurrako jentiakin barriketaldi baten ostian (...), lehendik katalogautako Pepetxuak ikusi doguz. Eta GEV-eko katalogoko beste leza horren billa (argi indar linea azpikua) genbizela, ez dogu topau baiña bai ostera beste pare bat. Ni etxera etorri biharra nekan, baiña gero jakin dot emaitza pozgarrixa etorri dala (...). Arratsaldian COVID19 pandemiangaittiko itxialdi dekretua etorri da; beraz, aste batzutan explo kilikagarri honekin amestiakinkonformau biharko gara!
2020/03/01
La diminuta guarida de las arañas (Tellerije, Gizaburuaga)
Part: Antua, Gotzon, Martín, Petrus
Simone había encontrado está cueva hace años, y como los perros que acaban por parecerse a sus amos, la gatera adoptó las dimensiones de su descubridora. Creednos cuando decimos que Tellerije es tan estrecha que ni siquiera un tejón la elegiría como guarida, de hecho, es tan tan tan estrecha que solamente sirve de madriguera para arañas. Y sí, arañas había a decenas. Desgraciadamente, el viento que soplaba desde el interior prometía un tesoro al que ningún espeleólogo podría resistirse: el río subterráneo de Telleri, fuente natural de los lekittarras y cuyo caudal caía ayer con rabia entre la maleza de Gizaburuaga.
La última vez que el ADES visitó esta madriguera, Gotzon consiguió agrandar el túnel lo suficiente como para arrastrarse medio centenar de metros e iluminar una galería prometedora. “Se puede estar de pie”, añadió, como si así fuera a animar a los incautos... Y una semana después... cuatro incautos nos acercamos al agujero. Antua y yo, explorando por delante; Gotzon y Petrus, topografiando por detrás. Después de arrastrarnos unos metros, descubrimos que la primera desobstrucción estaba parcialmente anegada. En un gesto de pura elegancia, Antua dejó que yo pasara primero y valorara la seguridad del paso, que resultó ser practicable, aunque sin margen de error. Si alguien entraba en pánico o quedaba enganchado en el punto más angosto, donde el agua rozaba los labios incluso con la cabeza inclinada, las consecuencias serían graves. Decidimos abrir un pequeño canal para evacuar parte del agua y pasar al otro lado. Una tontería digna del ADES.
Petrus —que resultó ser más sabio que el resto— prefirió no pasar. Reculó hasta la salida y aprovechó el tiempo muerto para quitarnos una enorme roca que obstaculizaba la entrada. Un esfuerzo que luego agradeceríamos. Mientras tanto, las dificultades para realizar la topografía me llevaron a pasar la estrechez en tres ocasiones —una, marcha atrás—, y en cada una de ellas descubrí nuevas y escalofriantes sensaciones de agobio. Lo peor, sin embargo, fue presenciar cómo Gotzon pasaba el charco con el casco puesto, el Disto en una mano y la saca en la otra. Las correas del casco impedían que girase el cuello lo suficiente como para coger aire, y como el barro líquido quedaba a la altura de su boca, cuando trató de coger aire tragó también parte del agua embarrada. Fueron tres bocanadas espasmódicas, tres borboteos de barro agónicos, en los que no perdió la calma. Tras un ágil movimiento, superó la parte más estrecha y volvió a coger aire. De alguna manera, había pasado sin mojar los instrumentos.
Antua ensanchó el resto de la galería y nos guió hacia una cueva bastante espaciosa, con meandros interesantes, un piso fósil y ninguna continuación clara. Al final de la cavidad descubrimos una salita con unas raíces podridas y algún hueso. Antua vio un "pseudoescorpión" en la galería superior, pero no disponía de las herramientas para capturarlo. El aire se escurría hacia una grieta impracticable. Si nuestras estimaciones son correctas, quince metros más arriba de la boca principal debería haber una pequeña fisura que generaría la fuerte corriente de Tellerije. Cuando agotamos todos los recovecos penetrables, volvimos a la gatera de salida, dispuestos a tragar ese líquido marrón, viscoso y fangoso por última vez.
Al salir descubrimos que solamente habían pasado tres horas. Madre mía. La topografía muestra un desarrollo total de 150 metros y una dirección caprichosa. Ni rastro del río subterráneo. Después de una jornada tan breve como intensa, nos acercamos al bar de Oleta para tomar cuatro cañas y comer cuatro bocatas. La espeleología también es esto. Y, por absurdo que parezca, no nos importa.
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