La agonía de la espera durante el rescate del espeleólogo herido en Zestoa
Así fue el rescate
Relato de uno de los expertos del operativo, que encaró durante toda la noche «esa sensación tan impotente» que crea el paso de las horas
martín ibarrola
10 octubre 201602:00
La casualidad quiso que el sábado coincidieran en Euskadi el rescate de un francés que escalaba la pared de Ogoño, el accidente de un hombre que exploraba una cueva de Zestoa y la práctica de un simulacro de rescate que organizaban los espeleólogos vascos y navarros. Una serie de desgracias que rara vez ocurren y cuya confluencia en un único día es sencillamente insólita. La Ertzaintza evacuó al escalador galo entre nidos de paíños. Sufría un fuerte golpe en la frente. El rescate del espeleólogo, en cambio, se complicó muchas horas más.
Alrededor de setenta espeleólogos novatos y experimentados nos habíamos reunido en el frontón del pueblo navarro de Baraibar. Un total de cuatro equipos practicarían las maniobras necesarias para sacar a un herido ficticio de la cueva de Ormazarreta, escondida en los bucólicos bosques de Aralar. Polipastos, tirolinas, contrapesos, polifrenos… El voluntario sería transportado desde el fondo –a más de 400 metros de profundidad– hasta el exterior. Para ello se superarían abismos de ochenta metros de altura, meandros angostos, repisas afiladas y grandes bloqueras.
Sin embargo, al mismo tiempo que los socorristas comenzaban su simulacro, un bloque suelto arrastró a un espeleólogo y le partió la pierna derecha en la alejada localidad de Zestoa. Cuando se comunicó el accidente solamente quedaba un equipo de socorristas en el bosque. El resto ya se había colocado en el interior de la cueva. El equipo aislado nos trasladamos a Zestoa para prestar la ayuda necesaria. Sólo sabíamos que se trataba de una pequeña y fangosa cueva cerca del balneario del pueblo. En el mundo subterráneo los espeleólogos se conocen exclusivamente por el nombre de pila. El apellido siempre corresponde al grupo al que pertenecen. Nada más escuchar la localización, otros compañeros exclamaron: «Ramón, del grupo Agiro».
Algunos jamás habíamos vivido un rescate real, tan alejado del cronómetro y la perfección de los simulacros. Uno no se prepara para que la madre del herido aparezca a las cinco y media de la madrugada –insomne por la preocupación– y ofrezca caldo y café. Afortunadamente, allí había espeleólogos experimentados, y también profesionales de la Ertzaintza, la DYA y SOS Deia. No obstante, los novatos tuvimos que enfrentarnos por primera vez a esa sensación tan impotente: la espera.
Diez horas más tarde, un equipo heterogéneo de artificieros logró abrir una estrechez imposible y la camilla se deslizó por fin. Serían las 7.30 horas del domingo. Al otro lado, un pequeño ejército de voluntarios se preparaba para cargar con su amigo durante los 300 metros que les separaba de la salida.
A pesar de que se le inmovilizaron las piernas y estuvo sedado durante toda la maniobra, Ramón reconocía voces familiares, agarraba las manos que lo porteaban a la salida. «En la espeleología debemos gestionar el peligro. No nos podemos acostumbrar al riesgo. Desgraciadamente, a veces es inevitable», reflexionaba el médico Diego Dulanto.
Los bloques sueltos, tan impredecibles, son quizá el talón de Aquiles de esta raza de aventureros. Los confines que descubren terminan a veces en las simas más profundas o en las salas más bellas. Otras veces, sin embargo, concluyen en el hospital Donostia, con una tibia rota y el orgullo de pertenecer al último colectivo de exploradores.
Así fue el rescate
Relato de uno de los expertos del operativo, que encaró durante toda la noche «esa sensación tan impotente» que crea el paso de las horas
martín ibarrola
10 octubre 201602:00
La casualidad quiso que el sábado coincidieran en Euskadi el rescate de un francés que escalaba la pared de Ogoño, el accidente de un hombre que exploraba una cueva de Zestoa y la práctica de un simulacro de rescate que organizaban los espeleólogos vascos y navarros. Una serie de desgracias que rara vez ocurren y cuya confluencia en un único día es sencillamente insólita. La Ertzaintza evacuó al escalador galo entre nidos de paíños. Sufría un fuerte golpe en la frente. El rescate del espeleólogo, en cambio, se complicó muchas horas más.
Alrededor de setenta espeleólogos novatos y experimentados nos habíamos reunido en el frontón del pueblo navarro de Baraibar. Un total de cuatro equipos practicarían las maniobras necesarias para sacar a un herido ficticio de la cueva de Ormazarreta, escondida en los bucólicos bosques de Aralar. Polipastos, tirolinas, contrapesos, polifrenos… El voluntario sería transportado desde el fondo –a más de 400 metros de profundidad– hasta el exterior. Para ello se superarían abismos de ochenta metros de altura, meandros angostos, repisas afiladas y grandes bloqueras.
Sin embargo, al mismo tiempo que los socorristas comenzaban su simulacro, un bloque suelto arrastró a un espeleólogo y le partió la pierna derecha en la alejada localidad de Zestoa. Cuando se comunicó el accidente solamente quedaba un equipo de socorristas en el bosque. El resto ya se había colocado en el interior de la cueva. El equipo aislado nos trasladamos a Zestoa para prestar la ayuda necesaria. Sólo sabíamos que se trataba de una pequeña y fangosa cueva cerca del balneario del pueblo. En el mundo subterráneo los espeleólogos se conocen exclusivamente por el nombre de pila. El apellido siempre corresponde al grupo al que pertenecen. Nada más escuchar la localización, otros compañeros exclamaron: «Ramón, del grupo Agiro».
Algunos jamás habíamos vivido un rescate real, tan alejado del cronómetro y la perfección de los simulacros. Uno no se prepara para que la madre del herido aparezca a las cinco y media de la madrugada –insomne por la preocupación– y ofrezca caldo y café. Afortunadamente, allí había espeleólogos experimentados, y también profesionales de la Ertzaintza, la DYA y SOS Deia. No obstante, los novatos tuvimos que enfrentarnos por primera vez a esa sensación tan impotente: la espera.
Diez horas más tarde, un equipo heterogéneo de artificieros logró abrir una estrechez imposible y la camilla se deslizó por fin. Serían las 7.30 horas del domingo. Al otro lado, un pequeño ejército de voluntarios se preparaba para cargar con su amigo durante los 300 metros que les separaba de la salida.
A pesar de que se le inmovilizaron las piernas y estuvo sedado durante toda la maniobra, Ramón reconocía voces familiares, agarraba las manos que lo porteaban a la salida. «En la espeleología debemos gestionar el peligro. No nos podemos acostumbrar al riesgo. Desgraciadamente, a veces es inevitable», reflexionaba el médico Diego Dulanto.
Los bloques sueltos, tan impredecibles, son quizá el talón de Aquiles de esta raza de aventureros. Los confines que descubren terminan a veces en las simas más profundas o en las salas más bellas. Otras veces, sin embargo, concluyen en el hospital Donostia, con una tibia rota y el orgullo de pertenecer al último colectivo de exploradores.
Oierren kronikia:
161008-09: Idoia, Unai, Josu, Martin I., Oskar, Antua, Oier.
EEL. Ormazarreta I, Baraibar (Simulakro Orokorra) eta Hamabi Iturri, Zestoa
(Ramon Martijaren istripua).
Programauta zeguan moduan, zapatu goizian Baraibarren bildu
giñan, frontoian PC-a jarri eta Ormazarreta leza historikuan izandako ustezko zauritua
ebakuatzeko. Komunikaziño Taldeko (KT) 4 kidek kanpoko Nicola/Tedra eta
repetidoria instalatzen zittuezen bittartian, 1 taldia medikuakin abixau zan, 12:30etan
edo; atzetik KT-ko 2 lagun interfonuakin,
13:30ak inguruan; gero 2 eta 3 taldia, kamillia hondoko sifoittik 80ko
putzuraiñok instalatzeko asmuakin. 4 taldia be sartzekua zan, p80ko kabezeran
kamillia hartu eta kanporaiñok ekartzeko, baiña arratsaldeko gertakarixekin
planak aldatu ziran.
KT-an aldetik, interfono harixa arazo barik ipiñi genduan
p80ko kabezeraraiñok; azken interfonuakin arazuak izan ziran, dudia dakagu
aparatua bidian nahi barik hondatu ete genduan, edo berba egitteko botoia eten
barik sakatuta pilak agortu ete genduzen (hurrenguan hobeto babestu).
Nicola/Tedra ekipuen kokapena kanpuan erabagi genduan, topo/ortofoto gaiñian,
eta teorikoki ondo komunikau biharko bazeukian be, ez zan halan gertatu. Arazua
sakoneko ekipuak emon zeban (lurrazalekuak ondo hartzen zeban seiñalia) eta
inbestigau biharko dogu; edozelan be, bistan da hurrenguan KT-kuok gu geu
arduratu biharko garala ekipo guztian transporte eta montajiaz (oinguan 1
taldekuak egin zeben), prozesua hobeto kontrolatzeko. Repetidoriakin be arazuak
izan ziran barruko seiñalia errepikatzeko; PC-kingo loturia PB-tik egin bihar
izan zan, “tetra” walkixekin.
18:30etatik aurrera, kanpoko istripu errealan albistia
allegau jakun danoi; p80ko kabezeraiñok, nahiz eta komunikaziñua kaskarra izan,
interfonoz; p80ko hondora walkiez; sifoi terminalera estafetaz. Albistiakin
batera PC-tik instrukziñuak: 4 taldia ez zan sartuko, Zestoara juateko medikuakin,
koordinatzailliakin eta PC-ko infraestrukturiakin batera; baiña beste guztiok Ormazarretan
segiduko genduan, ariketia sifoittik p80raiñok mugatuta. Jentia ez zan oso
konforme geratu (gehixenak Zestoarako bidia hartu nahi zeben) baiña aginduak
bete genduzen.
Gure lanak amaittuta, KT-ko barruko taldiak lurrazaleko
kidiekin bildu giñan; han ahal genduan gauzetan lagundu, eta itxaronaldi
tentsuan, danok Zestoakuak bialtzen zittuezen eguneraketei begira, eta
mobilizatzeko prest. Azkenian, Koordinatzailliak aurreikusittako moduan,
bertaratutako efektibuak nahikuak izan ziran (¿FUE-Ertzaintza-EEL-Suhiltzailliak-ADES?);
illuntzixan, barruko ariketak amaittuta, 1, 2 eta 3 taldekuak erretiradia hasi
zeben, eta 00:30ak inguruan danak kanpuan zeguazen; frontoiko PC-an danei
afarixa emon, eta 3:00etako danok lotan giñan. Egunsentixan allegau jakun
barrixa, Zestuan zaurittua 8:08an allegau zala kanpora. Arnasa hartuta, poza
nagusi material inbentarixuan eta garbiketan; hortan genbizela allegau zan
bueltan Zestoako jentia; eta danok batera ohizko billera teknikua eta
bazkarixa.
***
1 comentario:
Kronika bixak politxak! Asko gusta gaztaz!
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