Martin.
La semana que viene
tengo trauma y quería ir acostumbrándome a la rutina miserable del ADES. Por
eso, el martes decidí pasar la noche en Kobaederra; llevaría tienda y comida, y
aprovecharía para prospectar la zona y leer tranquilo. Cuando llegué allí
encontré una cabra muerta en una esquina. Todavía no olía mal y no había síntomas
aparentes de putrefacción, casi parecía cómoda, como si ella misma hubiera elegido
aquel rincón para rumiar su última hoja. Opté por dejarla tranquila, a ella y los
animales varios que la “honrarían” aquella noche, y me fui a la dolina de
piedras situada al noreste de esa txapeldun koba. Monté la tienda, cavé un
agujero, lo rodeé de piedras, barrí su perímetro, busqué ramas secas entre los
árboles. Era tarde, así que dediqué los últimos minutos de claridad a esta
tarea. No es fácil encender un fuego en el húmedo encinar de Aritzgane. Finalmente
cociné unos sabrosissímos noodles “aroma curry” acompañados de trocitos de pavo.
Ah, y una taza de chocolate en polvo. Qué rico, joder. Las letras del libro que traía conmigo le
bailaban al fuego. Miguel Gutiérrez
Garitano describía en estos diarios sus andanzas por Guinea ecuatorial. En una
de sus páginas se preguntaba:
¿Cuál es la razón de que en Europa, aun sin conocer el continente meridional, haya almas que se sienten atraídas por él? La humanidad nació en África, desde donde pobló el mundo mediante sucesivas olas migratorias. Pensé en la posibilidad de que esta tierra madre llamara de regreso a sus hijos perdidos. Puede que algunos naciéramos con el atávico deseo de regresar al hogar original; o, quizás, sólo seamos Quijotes del siglo XXI, contaminados por películas y libros y por una mente quimérica, proclive a la creación de universos ficticios, que se esconden tras las murallas de nuestra propia fantasía.
¿No sucede algo parecido
en la espeleología? Es verdad que nos llama el deber ilustrado de topografiar aquello
que no se encuentra en los mapas, también ayudamos a los arqueólogos y a los
paleontólogos en su empeño por descifrar el pasado, apoyamos cualquer ciencia
que se interese por las gateras y los abismos, nos encargamos de catalogar los reinos inclinados... Es verdad. Pero, ¿no habrá una emoción atávica por las cuevas? En las jornadas arqueológicas de Askondo vimos una
mano de hace unos 25000 años de antigüedad. Iñaki y yo lo teníamos claro,
encontrar una huella tan evidentemente humana tiene que ser EL éxtasis. El resto de las pinturas
rupestres son, al fin y al cabo, una presencia indirecta, emocionante, delicada,
única, sí, pero una presencia indirecta de estos viejos caminantes. Sin
embargo, en las manos pintadas no sólo ves la figura, el ocre, distingues también
a ese cromañon que te invoca, te mira y se adentra en las profundidades con una
antorcha en la mano. Bueno, o tal vez seamos todos una panda de locos, qué sé yo. Acabé la
cena y apagué las brasas con la última meada del día. La noche era fría y no me
arropaba, los lejanos perros de Gabika parecían querer decir algo, ladraban.
Calcetín sin tomates |
Miércoles. Me he
levantado pronto por la mañana, una barrita, un sorbo de aquarius, y listo para patear/trepar los alrededores. He visitado a las hermanas de Kobaederra y
he encontrado un calcetín no muy profundo a unos 10m hacia el
Sur/Sureste de Kobaederra IV. Parecía un calcetin sin agujeros, así que las
siguientes horas me las he pasado entre zarzas y zarzas y ramas con pinchos
molestos y más zarzas. Apenas he tenido algún pellizco en el hombro, así que espero volver pronto a gruyerear.
De nuevo en la dolina de piedra, he borrado mis huellas y me he
sentido un poco nómada. He vuelto a pensar en las manos de Askondo, en África. De camino a Kobaederra, me he perdido
Al fin, he encontrado el sendero, estaba detrás de una zarza.
2 comentarios:
Empacho de sensaciones. Lo de la última meada tuvo que ser el no va más.Un placer leerte. Gracias por compartirlo
Aupa Martin, zu espeleologo handia izango zara. Egunen batean, batera topografiatuko ditugu Oma azpiko galeria erraldoiak. Laserraren alde batean distoa, bestean eskua...
Publicar un comentario