2015/03/18

Atavismos dislocados





Martin.
La semana que viene tengo trauma y quería ir acostumbrándome a la rutina miserable del ADES. Por eso, el martes decidí pasar la noche en Kobaederra; llevaría tienda y comida, y aprovecharía para prospectar la zona y leer tranquilo. Cuando llegué allí encontré una cabra muerta en una esquina. Todavía no olía mal y no había síntomas aparentes de putrefacción, casi parecía cómoda, como si ella misma hubiera elegido aquel rincón para rumiar su última hoja. Opté por dejarla tranquila, a ella y los animales varios que la “honrarían” aquella noche, y me fui a la dolina de piedras situada al noreste de esa txapeldun koba. Monté la tienda, cavé un agujero, lo rodeé de piedras, barrí su perímetro, busqué ramas secas entre los árboles. Era tarde, así que dediqué los últimos minutos de claridad a esta tarea. No es fácil encender un fuego en el húmedo encinar de Aritzgane. Finalmente cociné unos sabrosissímos noodles “aroma curry” acompañados de trocitos de pavo. Ah, y una taza de chocolate en polvo. Qué rico, joder.  Las letras del libro que traía conmigo le bailaban al fuego.  Miguel Gutiérrez Garitano describía en estos diarios sus andanzas por Guinea ecuatorial. En una de sus páginas se preguntaba:


¿Cuál es la razón de que en Europa, aun sin conocer el continente meridional, haya almas que se sienten atraídas por él? La humanidad nació en África, desde donde pobló el mundo mediante sucesivas olas migratorias. Pensé en la posibilidad de que esta tierra madre llamara de regreso a sus hijos perdidos. Puede que algunos naciéramos con el atávico deseo de regresar al hogar original; o, quizás, sólo seamos Quijotes del siglo XXI, contaminados por películas y libros y por una mente quimérica, proclive a la creación de universos ficticios, que se esconden tras las murallas de nuestra propia fantasía.



¿No sucede algo parecido en la espeleología? Es verdad que nos llama el deber ilustrado de topografiar aquello que no se encuentra en los mapas, también ayudamos a los arqueólogos y a los paleontólogos en su empeño por descifrar el pasado, apoyamos cualquer ciencia que se interese por las gateras y los abismos, nos encargamos de catalogar los reinos inclinados... Es verdad. Pero, ¿no habrá una emoción atávica por las cuevas? En las jornadas arqueológicas de Askondo vimos una mano de hace unos 25000 años de antigüedad. Iñaki y yo lo teníamos claro, encontrar una huella tan evidentemente humana tiene que ser EL éxtasis. El resto de las pinturas rupestres son, al fin y al cabo, una presencia indirecta, emocionante, delicada, única, sí, pero una presencia indirecta de estos viejos caminantes. Sin embargo, en las manos pintadas no sólo ves la figura, el ocre, distingues también a ese cromañon que te invoca, te mira y se adentra en las profundidades con una antorcha en la mano. Bueno, o tal vez seamos todos una panda de locos, qué sé yo. Acabé la cena y apagué las brasas con la última meada del día. La noche era fría y no me arropaba, los lejanos perros de Gabika parecían querer decir algo, ladraban.


Calcetín sin tomates

Miércoles. Me he levantado pronto por la mañana, una barrita, un sorbo de aquarius, y listo para patear/trepar los alrededores. He visitado a las hermanas de Kobaederra y he encontrado un calcetín no muy profundo a unos 10m hacia el Sur/Sureste de Kobaederra IV. Parecía un calcetin sin agujeros, así que las siguientes horas me las he pasado entre zarzas y zarzas y ramas con pinchos molestos y más zarzas. Apenas he tenido algún pellizco en el hombro, así que espero volver pronto a gruyerear.

De nuevo en la dolina de piedra, he borrado mis huellas y me he sentido un poco nómada. He vuelto a pensar en las manos de Askondo, en África. De camino a Kobaederra, me he perdido

Al fin, he encontrado el sendero, estaba detrás de una zarza.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Empacho de sensaciones. Lo de la última meada tuvo que ser el no va más.Un placer leerte. Gracias por compartirlo

Unai dijo...

Aupa Martin, zu espeleologo handia izango zara. Egunen batean, batera topografiatuko ditugu Oma azpiko galeria erraldoiak. Laserraren alde batean distoa, bestean eskua...